jueves, 19 de febrero de 2009

Territorio Dorsal

misterio, mar de incertidumbre se ciñe sobre mi dorso, una topografía oscura e inmensa que mi vista no alcanza a recorrer, ni mis manos extendiéndose a descubrir con exactitud. Imagen llena de vacios y fronteras que se repiten al alcance de brazos esforzados.

Especulación de relieves, de estructuras que soportan la anatomía de un cuerpo inconsciente, instrumento de sabiduria olvidada.

Memoria curiosa que ansía el recuerdo de una propiedad nunca visitada más que por emisarios sin lenguaje o intermediarios ajenos que se llevan mis ausencias.

infinitud de posibilidades, de fantasías alfombradas o quiebres lisos, ¿Qué hay en mí, en este límite que desconozco? Una eternidad de sombras que se disfrazan de angeles y vampiros que se posan al vaiven de los pensamientos.

Miradas copiosas de otros territorios dibujan sobre este paisaje perdido especulaciones de una verdad que jamas sera revelada, más que por el engaño de una imagen entrapada en la prisión de un espejo.

Olvido eterno, frontera abierta a un mundo imperfecto de energía constante y serpientes sagradas, divinidad atrapada en un cuerpo humano.

domingo, 18 de enero de 2009

FRAGMENTOS

Puede ser que tú no hayas visto u oído la explosión pero cuando ves los fragmentos en los que se ha convertido tu realidad sabes que esta ha explotado. Explotar es fragmentar la realidad en diminutas partículas.
Solo al amanecer, cuando el sol vuelve y dibuja la realidad que conozco y en la que me siento cómodo, comprendí lo que me sucedió cuando la noche dejo de ser noche pero aún no había abandonado la oscuridad.
Empezó con un sueño intenso, un sueño sin imágenes claras ni definidas, un sueño en el cual mi corazón palpitó de forma diferente a lo habitual, no sé si más rápido o más despacio, si palpito en sentido contrario o como comúnmente lo hace; solamente diferente, extraño, tal vez solo es un asunto de percepción pues de repente en un momento logre sentir como la sangre que bombeaba llegaba hasta cada una de mis células, invadía todas y cada una de mis partículas, más aún mismo sentía cada compuesto de esa sangre como partículas que se funden en otras dejando un vacío entre ellas, empecé a sentir que de a poco mi realidad se iba desintegrando, mi cuerpo se llenaba de vacíos. Lleno de ellos mi intento de consciencia se desvaneció y se fragmento, empecé a navegar en el espacio que existía entre esas partículas, no me pude percibir, no supe donde terminaba esta cosa que llamaba cuerpo.
Ese extraño palpitar, era un sonido constante que invadía todo este espacio que limitaban las paredes de eso que era mi cuarto. Mis partículas se habían extendido, no existía fuerza alguna que las logrará cohesionar y en poco tiempo habían invadido todo esto.
Esta experiencia se lleno con una explosión de sensaciones, a la vez olía y sentía, veía y oía cada uno de los rincones de este cuarto: la humedad intensa debajo de la cama, las luces a través de las gotas de agua en la ventana, el frío abismal del vacío, las venas de la madera con que estaba fabricado el escritorio que mi abuelo me había heredado, las fibras sintéticas e inertes del tapete, el sudor en mi camisa, el olor del perfume de Amanda mi novia y anclado a él el recuerdo de su piel, de su cuello, el sonido eléctrico que sube a través del cable hasta el computador que parpadea, los pliegues geométricos de las sábanas, la textura del oleo, el olor del oleo; una interminable descripción de impresiones que era capaz de atrapar simultáneamente y que cualquier nuevo impulso me elevaba a un interminable éxtasis. Me sentí un burdo dios capaz de estar en todos lados.
En medio de esa infinitud de fragmentos que continuaban dividiéndose, y que ya no reconocía, y que ya no podría describir (las palabras y los conceptos para ese entonces habían quedado atrás, eran incapaces de explicar esto), me encontré frente al miedo mismo de mi misma muerte, una oscuridad carente de sonido, solo fui consciente ante esta penetrante parálisis que mi corazón había dejado de bombear, recordé respirar, busque aire y en algo que no puedo llamar boca atrape algo de este e intente retomar el camino a casa. Perdido en los laberintos de este eterno vacío vague con la angustia de una muerte que me enviciaba de placer, de a pocos volvía a sentir el latir, el tambor. No me detuve en las sensaciones pero tampoco podía ignorarlas. Me aferraba a la cordura pero así como no sabía cómo había salido de ella, tampoco sabía cómo volver a ella. No reconocía cuerpo alguno. ¿Y si este ya no existiera? Narcótica sensación de angustia y placer.
La percepción no era ninguna opción, mi mente no podía decidir sobre ella. La luz de la oscuridad evidenciaba la oscuridad de la luz, pesé a ello añoraba mi estúpida y ahora frágil realidad. Desee vehementemente que fotones procedentes del sol aparecieran para poner en evidencia mis cómodos contornos. Finalmente aparecen por la ventana y mis fragmentos se reconstruyen casi por completo hasta formar algo bastante similar a mi idea de mi mismo, a la cual me aferro con pasión. Busco a Amanda y ante mi primer pie en la calle, el bus, la gente, los edificios me hacen pensar que yo soy esa lucha entre dos mundos que constantemente intentan explotar, uno de ellos en el cual yo soy un fragmento y otro en el que lo soy todo.